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Factores y métodos para mejorar la calidad del aire en el interior de los edificios

Calidad del aire interior de los edificios.

El término Calidad de Aire Interior (CAI) se aplica a ambientes de interiores no industriales: edificios de oficinas, instalaciones públicas (colegios, lugares de ocio, restaurantes, etc.) y viviendas particulares. En los últimos años este concepto ha experimentado una mayor relevancia al asociarse al término “síndrome del edificio enfermo”, que comprende un amplio rango de síntomas o enfermedades que las personas que trabajan o habitan en él atribuyen al edificio en sí.

Es por esto que, cuidando la calidad del aire o el ambiente interior, se cuida de la salud de las personas que viven o trabajan y, en definitiva, que pasan un tiempo considerable en el interior de dicho edificio.

Factores que determinan la calidad del aire interior

La calidad del aire interior en un edificio depende de una serie de variables, como la calidad del aire del exterior, el diseño del sistema de ventilación y acondicionamiento del aire, las condiciones en que opera y se mantiene este sistema, la división en compartimentos del edificio y las fuentes interiores de contaminantes y su magnitud. En suma, puede afirmarse que los defectos más frecuentes son consecuencia de una ventilación inadecuada, de la contaminación generada en el interior y de la contaminación procedente del exterior.

Con respecto al primero de estos problemas, las causas de ventilación inadecuada pueden ser: una entrada insuficiente de aire fresco debido a una baja recirculación del aire o del volumen de entrada; la colocación y orientación incorrectas en el edificio de los puntos de entrada del aire exterior; y una distribución deficiente y, en consecuencia, una mezcla incompleta con el aire del edificio. Todo ello puede originar estratificación, zonas no ventiladas, diferencias de presión no previstas que originan corrientes de aire, cambios continuos en las características termo-higrométricas (que advierte el ocupante al moverse por el edificio) y filtración incorrecta del aire debido a la falta de mantenimiento o a un diseño inadecuado del sistema de filtrado.

La contaminación en el interior tiene diferentes orígenes: los propios ocupantes; los materiales inadecuados o con defectos técnicos utilizados en la construcción del edificio; el trabajo realizado en el interior; el uso excesivo o inadecuado de productos normales (plaguicidas, desinfectantes, productos de limpieza y encerado); los gases de combustión (procedentes del tabaco, de las cocinas, de las cafeterías y de los laboratorios); y la conjunción de contaminantes procedentes de otras zonas mal ventiladas que se difunde hacia áreas vecinas, afectándolas.

En lo que respecta a la contaminación biológica, su origen se debe fundamentalmente a la presencia de agua estancada, de materiales impregnados con agua, gases, etc., y a un mantenimiento incorrecto de los humidificadores y las torres de refrigeración.

Calidad del aire interior de los edificios.

Por último, debe considerarse también la contaminación procedente del exterior. Con respecto a la actividad humana, hay tres fuentes principales: la combustión en fuentes estacionarias (centrales energéticas), en fuentes móviles (vehículos) y los procesos industriales. Los cinco contaminantes más importantes emitidos por estas fuentes son: el monóxido de carbono, los óxidos de azufre, de nitrógeno, los compuestos orgánicos volátiles (incluidos los hidrocarburos), los hidrocarburos aromáticos policíclicos y las partículas.

La combustión interna de los vehículos es la principal fuente de monóxido de carbono e hidrocarburos y de óxidos de nitrógeno. La combustión en fuentes estacionarias es el principal origen de los óxidos de azufre. Los procesos industriales y las fuentes estacionarias de combustión generan más de la mitad de las partículas emitidas al aire por la actividad humana, y los procesos industriales pueden ser fuente de compuestos orgánicos volátiles. También hay contaminantes generados de forma natural propulsados a través del aire, como las partículas de polvo volcánico, la sal del suelo y del mar, las esporas y los microorganismos.

A ellos se añade una amplia variedad de microorganismos, como los hongos, las bacterias, los virus y los protozoos, de los cuales los hongos y las bacterias saprófitos son los que mejor se conocen. No puede decirse lo mismo de los virus, las rickettsias, las clamidias, los protozoos y muchos hongos y bacterias patógenos. Entre los agentes infecciosos merecen una especial mención los siguientes: Legionella pneumophila, Mycobacterium avium, Coxiella burnetii e Histoplasma capsulatum; y entre los alérgenos, destacan: Cladosporium, Penicillium y Cytophaga.

Métodos para la mejora de la CAI

  • Control de las fuentes de contaminación. Una de las formas más eficaces de reducir los grados de concentración de un contaminante en el aire interior es controlar las fuentes de contaminación del interior del edificio. Entre ellas, sobresalen los materiales utilizados en la construcción y la decoración, las actividades que tienen lugar dentro del edificio y los propios ocupantes.
  • Eliminación del contaminante. Hay veces en que no es posible evitar las emisiones de ciertas fuentes de contaminación, como en el caso de las emisiones debidas a los ocupantes del edificio. Entre ellas, se incluyen el dióxido de carbono y los efluvios biológicos, la presencia de materiales con propiedades no controladas de ninguna manera o la realización de las tareas diarias. En estos casos, una forma de reducir los niveles de contaminación es a través de sistemas de ventilación y otros medios utilizados para limpiar el aire interior.
  • Desinfección de sistemas de climatización. Los sistemas de climatización y ventilación pueden constituir a lo largo del tiempo un foco de riesgo, si no se toman las medidas higiénicas adecuadas. Con el uso y el desgaste de las instalaciones cabe la posibilidad de que se acumulen hongos, polvo y todo tipo de residuos que resultan nocivos para la salud. El mantenimiento que podemos realizar de forma personal y superficial no es suficiente, ya que debe cumplir una serie de normas que sólo serán garantizadas por empresas especializadas en el sector. El sistema de climatización puede convertirse en un foco de contaminación, pero al mismo tiempo puede constituir un amplificador de la misma, ya que favorece su dispersión en el ambiente y pone en riesgo la calidad del aire que respiramos.