Javier Rodríguez Coordinador de la "Guía sobre amianto" de AEDED AEDED

Amianto, todavía un gran desconocido

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El amianto, o asbesto, lleva siglos acompañándonos, aunque hayamos fijado la atención en él recientemente. Sorprende saber que Alejandro Magno, el gran conquistador, ya conocía su existencia. Cuentan los escritos que nos llegan de su época (siglo IV a.C.) que poseía una tela confeccionada de amianto, con la que impresionaba a aquellos que querían negociar con él. Como si de un espectáculo se tratara, arrojaba la tela al fuego, asombrando a sus espectadores, que rápidamente comprobaban que esta nunca llegaba a arder.

Más allá de la anécdota, que nos habla de la extensa historia del amianto, de este dato ya podemos extraer o dirigirnos hacia una de sus principales características. Estamos ante un mineral prácticamente indestructible, cuyo residuo no es reutilizable y que únicamente puede ser depositado en plantas de gestión de residuos peligrosos autorizadas, para lograr retirarlo y que deje de ser un riesgo. Un material que ha sido utilizado durante mucho tiempo en diversos sectores, con especial atención al de la construcción, y que aún a día de hoy continúa causando muertes en todo el mundo.

Antes de entrar en materia, un dato más: se calcula que en países como Reino Unido cada año mueren, aproximadamente, 4.000 personas a consecuencia de los efectos del amianto sobre la salud. Una cifra con la que no pretendo provocar el pánico, sino hacer hincapié en la necesidad de incrementar el conocimiento sobre el amianto y fomentar la cultura de la prevención, de cara a reducir el impacto de esta sustancia peligrosa en las personas.

¿Qué es el amianto y por qué es peligroso?

Cuando hablamos de amianto, o asbesto, nos referimos a un grupo de seis minerales, de la familia de los silicatos, que tienen una estructura cristalina metamórfica fibrosa. Estos minerales tienen fibras largas, resistentes y lo suficientemente flexibles para que se puedan separar y entrelazar.

Sus principales propiedades, las más destacadas, son su baja conductividad térmica y su elevado punto de fusión. Dos características que convirtieron al amianto en un material empleado, como decíamos, en incontables productos de diversos sectores, llegando a estar presente incluso en productos de consumo general.

El amianto, tal y como hemos señalado, está formado por fibras. Unas fibras que fácilmente se fragmentan en otras más pequeñas, fibrillas, de tamaño minúsculo e imperceptibles a simple vista. Estas fibrillas, al liberarse, proliferan en el aire, se introducen en los pulmones por inhalación y, si no son expulsadas de forma natural, pueden generar, con el paso del tiempo, distintos tipos de enfermedades e incluso la muerte.

Asimismo, estas fibrillas también resultan altamente peligrosas sin son ingeridas o entran en el organismo a través de la erosión en la piel. Si bien estos tipos de exposición al amianto son menos comunes, también es importante tenerlos en cuenta y concienciar respecto a ellos.

Todo esto ha llevado a que la comercialización y la producción de amianto estén estrictamente prohibidas en España. Sin embargo, hasta que se produjo esta prohibición total, en 2001, se habían consumido en nuestro país millones de toneladas de amianto, instaladas en diversas aplicaciones o productos. Así, el peligro actual reside en que muchos de estos productos, fabricados cuando todavía se permitía el uso del amianto, siguen instalados, suponiendo un alto riesgo para las personas que entren en contacto con ellos, tanto usuarios como profesionales que realicen trabajos relacionados con dichos materiales e, incluso, en las labores de retirada del mismo.

Para terminar de comprender el alcance actual del amianto, un nuevo dato: a día de hoy se conocen más de 3.000 aplicaciones diferentes del amianto. Se encuentra en prácticamente todas las industrias y en productos de consumo doméstico. Es decir, podemos toparnos con él en lugares como viviendas, colegios, hospitales o aviones y en productos como electrodomésticos, termos, calderas, etc.

Amianto y PRL

Cuando hablábamos del peligro presente del amianto, mencionábamos que actualmente entran en contacto con él tanto usuarios como profesionales. Centrándonos en los segundos es básico, además de incrementar el conocimiento con respecto a este material, formar a los profesionales y ofrecerles las herramientas necesarias tanto para detectarlo como para su tratamiento.

En este sentido, la primera parada, como suele ser costumbre, la debemos hacer en la normativa. Es nuestra responsabilidad conocer y dar a conocer el Real Decreto 396/2006, de 31 de marzo, por el que se establecen las disposiciones mínimas de seguridad y salud aplicables a los trabajos con riesgo de exposición al amianto, así como el resto de normativa que, aunque no es específica del amianto, toca los trabajos relacionados con dicho material.

A partir de ahí, es importante tener claro cuándo debemos comprobar si hay amianto y qué debemos hacer o cómo debemos actuar si, efectivamente, corroboramos la presencia del material. Cuándo hay que descontaminar, qué hay que hacer necesariamente antes de una descontaminación de amianto (o desamiantado), cómo debemos gestionar el amianto una vez extraído…

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